¿Los prestamos lingüísticos son una amenaza para el futuro de las lenguas?

En la actualidad, es bastante poco común encontrar a alguna persona que no utilice palabras en otros idiomas para hacer referencia a elementos, lugares u objetos de la vida diaria a los que, no obstante, podría hacer mención sin problema alguno en español.

La lengua española se caracteriza por ser inmensamente rica en lo que se refiere a vocabulario, recursos estilísticos, giros lingüísticos, expresiones, refranes, etc. Sin embargo, en las últimas décadas, debido al auge de la tecnología y de la globalización, tendemos a sustituir algunas palabras ya existentes en español para dejar paso a otras que hemos cogido prestadas de otros idiomas, sobre todo del inglés. Desde «parking» hasta «smartphone», sin olvidar algunas de las últimas tendencias como «shippeo», «ghosting» o «stalker».

Y bien, ¿cuál debería ser nuestra postura ante estos fenómenos?

Por una parte, los préstamos lingüísticos contribuyen a la ampliación del bagaje cultural y comunicativo de la población. Además, es cierto que la lengua es un ente vivo, que evoluciona y que, por ende, está siempre e inevitablemente experimentando cambios, no solo por las nuevas realidades y por los avances de la sociedad, sino también por la cantidad de transferencias interculturales y personales que se producen cada día.

De hecho, de acuerdo con la División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DESA), que forma parte de las Naciones Unidas, el número de migrantes internacionales en todo el mundo en 2020 era de casi 281 millones de personas (aproximadamente el 3,5 % de la población mundial). Por lo tanto, muchas personas, por diferentes motivos, residen en un lugar distinto al de su nacimiento, en el que, en ocasiones, conviven con una lengua diferente a la materna y se exponen a diversas formas de percibir el mundo, lo que implica una exposición también a nuevas palabras, empleadas precisamente para definir esas realidades distintas.

Asimismo, también desempeña un papel crucial la influencia de las redes sociales y de todo el contenido al que tenemos acceso, que ni mucho menos se limita a nuestra ciudad o a nuestro país. Desde la comodidad de nuestra casa, podemos consumir contenido de un «youtuber» coreano, de una «influencer» estadounidense o de un creador de contenido que muestra su año sabático en Australia. Con el paso del tiempo estamos cada vez más expuestos a otras culturas, a otros idiomas y a otras costumbres, y todos estos factores, consciente o inconscientemente, moldean nuestro pensamiento y se integran de una manera o de otra en nuestra vida. Esta práctica va más allá de lo lingüístico, pues se percibe también en otros aspectos de la vida, tales como la gastronomía, las tendencias comerciales o la música. Lo interesante es que con los préstamos lingüísticos tendemos a sentir una amenaza y tememos que el español pierda riqueza e importancia, pero ¿nos provoca la misma sensación la comida hawaiana, la japonesa o la italiana? En estos casos ¿peligra también la (inigualable) gastronomía española?

Por otra parte, las innegables ventajas de los préstamos lingüísticos no deberían dar lugar a que dejemos de cuidar y de valorar nuestra lengua materna, pues, de ser así, experimentaríamos una decadencia y una pérdida progresiva de la riqueza del español, porque pasaría a ser más vacuo e insustancial. Es imprescindible hacer un esfuerzo consciente por preservar la calidad de nuestro español (sobre todo si nos dedicamos a la interpretación), para evitar la invasión de otros idiomas y el deterioro de nuestra querida lengua de Cervantes.

En definitiva, como en cualquier aspecto de la vida, quizá lo mejor sea hacer todo lo posible por encontrar el equilibrio: adaptarse a las nuevas tendencias lingüísticas, que seguramente impliquen transferencias terminológicas de otros idiomas, sin que estas repercutan negativamente en nuestra lengua materna. Solo así encontraremos el punto medio entre el avance y el cuidado de lo que ya existe, y acogeremos con los brazos abiertos lo nuevo sin dejar de abrazar también lo pasado. Al fin y al cabo, como se suele decir en inglés, «sharing is caring», ¿verdad?

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Fuentes: https://www.un.org/es/global-issues/migration

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